“Llega
a consulta una pareja. Llevan juntos casi dos años. Han entrado en una profunda
crisis y se plantean la separación por los niveles de agresividad a los cuales
han llegado. Ella refiere que él la contradice en todo y él dice que ella trata
de imponer siempre su razón. Llegan a discutir por lo más vano. Hasta el modo
en dejar un vaso sobre la mesa sirve para producir una discusión. Después de
llegar incluso a empujarse, terminan calmándose. Ella llora y él no comprende
por qué han llegado a esta situación.
En
la primera entrevista con la mujer, comenta que él viene de una separación y piensa
que eso siempre ha influenciado en la relación, porque cree que él la compara
siempre a ella con su exmujer. El chico comenta que quien empieza las
discusiones siempre es ella y no entiende cómo acaba discutiendo si él no
quiere discutir pero que ella pone el “capote” y él “entra al trapo”
La
mujer relata que con el padre y sus dos hermanos siempre ha tenido
enfrentamientos, que son machistas y siempre han tratado de imponerse a ella y
que desde muy pequeña tuvo que callarse y aguantar el modo en que trataban a
ella, a su hermana y a su madre. Dice que no quiere que su futuro marido se la
imponga y por eso salta a la mínima. Sin embargo, el psicoanalista escucha que
en algo ella defiende la posición del padre y de los hermanos pero no lo sabe.
De manera inconsciente busca la pelea, el sometimiento para revivir lo que en
un momento dado le dio un goce masoquista pero no lo sabe. Ella produce
agresividad en la pareja para reproducir de un modo inconsciente aquello que
vivió sin saber que vuelve a repetir. Sin saber que repite.
Le
señalo si no habrá envidia a la figura masculina. Comienza a molestarse conmigo
y empieza a discutir en consulta del
mismo modo como discute con el marido, con el padre y los hermanos. Le
comento que es algo que le pasa con la figura de los hombres cuando empiezan a
ser importantes para ella.
Hay
por lo tanto un incipiente masoquismo moral que le hace atentar contra lo que
ama y simultáneamente recibir un castigo por la culpa que siente pero ella no
lo sabe.
El
marido no puede entender qué le lleva a ella a querer enfrentarse a él
permanentemente. Reconoce que le pasa igual con los hombres de su familia. Y
sigue sin saber porque acaba entrando a lo que “ella le pide” pero él acaba
agrediéndole. La pone la horma a su zapato. El de un modo inconsciente le da lo
que ella le pide, porque la ama aunque luego se arrepienta.
Hay
una lucha de egos, ella siente vive con cuatro hombres- su marido y sus tres
fantasmas infantiles- . Pero él no tampoco sabe que frente a ella es un hombre
rivalizando. Es una relación de espejo. Para ella, son cuatro hombres, para él
es un hombre. Digamos que su agresividad se impone porque tratan de ser para el
otro lo contrario de lo que deberían ser. Son más una pareja de homosexuales
que de heterosexuales. Ser diferentes, aceptar que ella no es él y que él no es
los otros les enfrentaría hacia las diferencias sexuales, por lo tanto
entrarían en el registro de la heterosexualidad, por lo tanto de la mortalidad.
Un más allá de su familia, un más allá de lo eterno a lo que ambicionan ambos
pero que no les sirve a ninguno de los dos.
Lo
que no toleran es ser hombre y mujer que es lo que verdaderamente produce
agresividad.
Una
mujer-hombre, se enfrenta a la intención del otro hombre-hombre en la
comunicación verbal.
En
la pareja la agresividad se desencadena
1.-
Frente a la imagen del otro. El otro hace de matriz reflexiva, muestra un
recuerdo, una frase, lo que llamamos un fantasma afectivo y desde ahí se
dispara la agresividad con ánimo de eliminar lo que de mi, él otro es mi reflejo. Veo réplicas de mí
mismo. Y de ahí lo rechaza, lo quiere agredir, lo que es imagen de sí mismo.
2.-
Frente a la envidia masculina en ella.
3.-
Cuando la imagen del otro es un recuerdo de lo que fui, de lo que soy, del
padre o de la madre nutriz.
4.-
Frente a los celos que supone la imagen de no completud del otro, es decir, su
no pertenencia.
5.-
Frente al narcisismo de las pequeñas diferencias.- las correcciones, las
opiniones, la falta de humildad, la aceptación del error, etc-
6.-
Frente al narcisismo de no reconocer el bien o el goce que el otro me
proporciona. Es del orden de la no aceptación. De la ingratitud.
7.-
Agresividad con darle una posición al otro tanto a la hora de someter como la
de ser sometido. Son las relaciones del orden del sadismo y masoquismo. De la
dominancia y de la dominación.
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