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lunes, 15 de febrero de 2021

Todos los problemas de pareja tienen el mismo origen

En las dos últimas décadas observamos que las relaciones de pareja se ha deteriorado de manera alarmante y comprobamos que las separaciones, los problemas de comunicación, amorosos, sexuales, educativos, familiares se han incrementado hasta el punto que se ha desarrollado una tendencia bastante agresiva entre los miembros de cualquier relación de pareja. 

En las relaciones heterosexuales, observamos que impera un nivel de inmadurez psicológica en la relación de pareja que se establece entre sus componentes que hacen ver cómo los aspectos personales inmaduros neuróticos, se desplazan a dicha relación y deterioran la pareja hasta terminar en una separación la mayoría de las veces poco amistosa. Cuando analizamos por separado a los miembros de la pareja, encontramos que sobre la misma se desplazan elementos inconscientes sin resolver que la persona tenía anteriormente a la hora de constituir la pareja. Dentro de las carencias emocionales, nos preguntamos qué busca un hombre en una mujer y viceversa. Las respuesta obtenidas resultaban siempre vagas, imprecisas y muy generales. Como algo común que todas las personas buscan pero con tintes inmaduros. Amores únicos, posesivos, que nunca terminan de satisfacer a la persona que los demanda. Hombres que exigen a la mujer una demanda de amor que ella no puede colmar y mujeres que necesitan de pruebas de amor que no terminan de satisfacerlas. Digamos que lo que predomina mayormente en este tipo de pareja es un sentimiento de frustración, de insatisfacción que se va acentuando con el tiempo y termina provocando una fisura en la relación de pareja por donde se termina deshaciendo la misma. Si a esta dificultad le añadimos la existencia de niños de por medio, se acentúan mas los problemas pues los niños se convierten en moneda de intercambio de la neurosis de los padres, es decir, se usan para agredir al otro. Toda frustración en la pareja lleva a un sentimiento de rabia, agresividad que pulsa por destruirla. Lejos de salir de manera airosa de la misma, las parejas acaban en juicios, no cumpliendo los mínimos pactos de manutención y agrediéndose durante años a través de un rencor que les queda dentro por una vivencia frustrada de la cual ninguno ha salido bien parado.

Analizando a este tipo de personas, observamos que en la pareja han desplazados elementos inconscientes de la relación con sus respectivas familias. Es típico ver que la mala relación que una persona tiene con sus padres, termine de manera inconsciente desplazándola a su relación de pareja sin darse cuenta. Así mismo es común observar que unos padres separados, de mala manera, provocan en los hijos una identificación que les puede llevar generalmente a relaciones tortuosas de pareja e incluso a repetir también una separación de acuerdo al modelo parental que han vivido. 

En el análisis de las relaciones de pareja, encontramos que la causa del malestar y el deterioro, siempre es el desplazamiento de las relaciones inmaduras que los sujetos tienen con sus respectivos núcleos familiares. Muchos de estos sentimientos están reprimidos durante la adolescencia y comienzo de la edad adulta y terminan exteriorizándose en las relaciones de pareja, de ahí que el psicoanálisis de pareja termina mostrando que las dificultades y problemas de pareja son la repetición de conductas antiguas del pasado que la persona no ha podido cambiar y ahora repite pero en la relación de pareja. Es decir, mantiene con la pareja la misma relación de conflicto que tenía reprimida o no con su familia.  

domingo, 27 de julio de 2014

LA AGRESIVIDAD EN LAS PAREJAS

“Llega a consulta una pareja. Llevan juntos casi dos años. Han entrado en una profunda crisis y se plantean la separación por los niveles de agresividad a los cuales han llegado. Ella refiere que él la contradice en todo y él dice que ella trata de imponer siempre su razón. Llegan a discutir por lo más vano. Hasta el modo en dejar un vaso sobre la mesa sirve para producir una discusión. Después de llegar incluso a empujarse, terminan calmándose. Ella llora y él no comprende por qué han llegado a esta situación.
En la primera entrevista con la mujer, comenta que él viene de una separación y piensa que eso siempre ha influenciado en la relación, porque cree que él la compara siempre a ella con su exmujer. El chico comenta que quien empieza las discusiones siempre es ella y no entiende cómo acaba discutiendo si él no quiere discutir pero que ella pone el “capote” y él “entra al trapo”
La mujer relata que con el padre y sus dos hermanos siempre ha tenido enfrentamientos, que son machistas y siempre han tratado de imponerse a ella y que desde muy pequeña tuvo que callarse y aguantar el modo en que trataban a ella, a su hermana y a su madre. Dice que no quiere que su futuro marido se la imponga y por eso salta a la mínima. Sin embargo, el psicoanalista escucha que en algo ella defiende la posición del padre y de los hermanos pero no lo sabe. De manera inconsciente busca la pelea, el sometimiento para revivir lo que en un momento dado le dio un goce masoquista pero no lo sabe. Ella produce agresividad en la pareja para reproducir de un modo inconsciente aquello que vivió sin saber que vuelve a repetir. Sin saber que repite.
Le señalo si no habrá envidia a la figura masculina. Comienza a molestarse conmigo y empieza a discutir en consulta del  mismo modo como discute con el marido, con el padre y los hermanos. Le comento que es algo que le pasa con la figura de los hombres cuando empiezan a ser importantes para ella.
Hay por lo tanto un incipiente masoquismo moral que le hace atentar contra lo que ama y simultáneamente recibir un castigo por la culpa que siente pero ella no lo sabe.
El marido no puede entender qué le lleva a ella a querer enfrentarse a él permanentemente. Reconoce que le pasa igual con los hombres de su familia. Y sigue sin saber porque acaba entrando a lo que “ella le pide” pero él acaba agrediéndole. La pone la horma a su zapato. El de un modo inconsciente le da lo que ella le pide, porque la ama aunque luego se arrepienta.
Hay una lucha de egos, ella siente vive con cuatro hombres- su marido y sus tres fantasmas infantiles- . Pero él no tampoco sabe que frente a ella es un hombre rivalizando. Es una relación de espejo. Para ella, son cuatro hombres, para él es un hombre. Digamos que su agresividad se impone porque tratan de ser para el otro lo contrario de lo que deberían ser. Son más una pareja de homosexuales que de heterosexuales. Ser diferentes, aceptar que ella no es él y que él no es los otros les enfrentaría hacia las diferencias sexuales, por lo tanto entrarían en el registro de la heterosexualidad, por lo tanto de la mortalidad. Un más allá de su familia, un más allá de lo eterno a lo que ambicionan ambos pero que no les sirve a ninguno de los dos.
Lo que no toleran es ser hombre y mujer que es lo que verdaderamente produce agresividad.
Una mujer-hombre, se enfrenta a la intención del otro hombre-hombre en la comunicación verbal.
En la pareja la agresividad se desencadena
1.- Frente a la imagen del otro. El otro hace de matriz reflexiva, muestra un recuerdo, una frase, lo que llamamos un fantasma afectivo y desde ahí se dispara la agresividad con ánimo de eliminar lo que de mi,  él otro es mi reflejo. Veo réplicas de mí mismo. Y de ahí lo rechaza, lo quiere agredir,  lo que es imagen de sí mismo.
2.- Frente a la envidia masculina en ella.
3.- Cuando la imagen del otro es un recuerdo de lo que fui, de lo que soy, del padre o de la madre nutriz.
4.- Frente a los celos que supone la imagen de no completud del otro, es decir, su no pertenencia.
5.- Frente al narcisismo de las pequeñas diferencias.- las correcciones, las opiniones, la falta de humildad, la aceptación del error, etc-
6.- Frente al narcisismo de no reconocer el bien o el goce que el otro me proporciona. Es del orden de la no aceptación. De la ingratitud.

7.- Agresividad con darle una posición al otro tanto a la hora de someter como la de ser sometido. Son las relaciones del orden del sadismo y masoquismo. De la dominancia y de la dominación.

domingo, 22 de agosto de 2010

LA PERDIDA DEL DESEO

Llega a consulta un hombre de 30 años. Comenta que desde hace 10 años está emparejado pero desde hace cuatro meses, conoció a otra mujer, con las que se ha visto cinco veces, dos de ellas se han acostado. Viene porque quiere dejar a su pareja, sin embargo, todavía la quiere pero siente que desde hace mucho tiempo, ya no hay ni la pasión ni el deseo que tiene con la nueva mujer en su vida. Está confuso porque no sabe qué hacer. En la segundo encuentro, comienza a darse cuenta que amor y deseo son dos cosas en él diferentes. Cuando ama no desea y cuando desea no ama. ¿Cómo juntar amor y deseo en la misma persona?. A la semana siguiente, viene ella. Plantea que la pasión en su pareja duró un tiempo y se quedó transformada en una relación monótona. Reconoce no haberle dado mucha importancia al deseo y que su amor por él pesa más que el deseo que haya podido generarse o no dentro de su relación.


Este caso, es uno más de tantos, donde una pareja se plantea la separación porque no son capaces de juntar amor y deseo. En ambos, hay un prejuicio con el deseo. Han transformado su relación en una especie de relación madre-hijo, de mucho amor pero ningún deseo y por ahí, ha comenzado a fisurarse su pareja. Planteamos encontrarnos una vez a la semana. La terapia se desarrolla en base a la búsqueda del deseo que ya no existe. Se analizan lo prejuicios, se descubre que hay una moral antigua, clásica en ellos dos que no les permite jugar, comunicarse abiertamente, ser sinceros el uno con el otro. Lejos de hablar, de fantasear, de estimular la aparición del deseo, se encerraron el uno con el otro. Fueron reduciendo sus relaciones y ahora comienzan a ver sus errores. Dejaron de hacer cosas que antes hacían por estar mas cerca y esa cercanía les acabo ahogando. El deseo, dentro de la pareja sobrevive teniendo varias vidas dentro de la vida de pareja. Un hombre que abandona sus hobbies, sus amigos así como una mujer de deja sus cosas por emparejarse, nunca funciona. La pareja debe ser suma. Lo que lleva a la desaparición del deseo, es cuando se cortan las relaciones con el mundo. Ahí vienen las crisis y el lento agonizar de la pareja. La pareja se aísla por una cuestión de celos. Para no sentir celos, abandonan la relación con el mundo pero cuando desaparecen los celos, también desaparece el deseo dentro de la pareja.