Tratamos el caso de una bella joven de diecinueve años,
hija única y superior intelectualmente a sus padres. De niña presentaba un
carácter salvaje y orgulloso y durante sus últimos años, sin causa aparente,
llegó a mostrarse patológicamente nerviosa. Tiene una marcada hostilidad contra
su madre, está descontenta, deprimida, e inclinada a la indecisión y a la duda.
Tiene un importante ceremonial con el que se acuesta todas las noches y que
llega a desesperar a sus padres. Refiere que para dormir, necesita un silencio
absoluto y evita todo aquello que puede producir ruido. En primer lugar, para
el reloj de pared que hay en el cuarto y transporta todos los relojes a otra
habitación. Mete reloj de pulsera en un estuche, y se lleva a fuera todos los
floreros, jarrones y objetos que puedan caer durante la noche y perturbar su
reposo. Luego, exige que la puerta de la habitación de los padres este
entreabierta e inmoviliza la puerta con pequeños objetos. Y respecto a su cama,
la almohada larga no debe tocar la cabecera y un almohadón pequeño, tiene que
quedar dispuesto en rombo con la almohada grande, reclinando la enferma su
cabeza sobre el almohadón pequeño de para que quede en el sentido del diámetro
longitudinal del rombo. Y por último, sacude el edredón hasta que todo su
contenido se acumule en la parte inferior, formando un montículo que
inmediatamente lo deshace igualándolo de nuevo. Una vez hecho todo este
ceremonial, la enferma teme no haberlo llevado a cabo con todo el cuidado
necesario y revisa, repite cada no de los actos una y otra vez según la duda va
recayendo sobre ello. Todo el ritual, la lleva mas de dos horas, durante las
cuales, ni la mucha logra dormir, ni sus atemorizados padres. Con tratamiento
psicoanalítico, la paciente logró su total curación. Según las asociaciones de
la paciente, el sentido de sus síntomas eran los siguientes: el reloj,
representaba para ella un símbolo del genital femenino. Ya que nada hay más
periódico que un reloj. De hecho, cuando una mujer es regular con sus menstruos
suele decir que “anda como un reloj”.
Pero el temor de la paciente era a ser despertada por el tictac de los relojes,
que la recordaban los latidos de su clítoris cuando estaba excitada. La enferma
durante la noche, se había despertado con esta penosa sensación y el temor que
ello la inspiraba, que era la erección nocturna de su clítoris. Los floreros y
los jarrones, también representaba para ella, símbolos femeninos. Siendo niña,
iba con un vaso en la mano y se cayó al suelo, hiriéndose en un dedo con un cristal
y sangrando abundantemente. Más tarde, al llegar a la pubertad, tuvo
conocimiento de las relaciones sexuales y quedó obsesionada por el temor
angustioso de NO sangrar durante la noche de boda, circunstancia que haría
dudar a su marido de su virginidad. Sus precauciones contra la rotura de
floreros y jarrones de su alcoba, constituyen, pues, una especie de reacción
contra todo el complejo relacionado con al virginidad y la hemorragia
consecutiva al primer contacto sexual, reacción de protesta que se dirige tanto
contra el temor de sangrar como contra el opuesto de no sangrar. La colocación de las almohadas, tenían su
sentido pues que la almohada no tocase la cabecera del lecho, representaba a la
mujer y la pared vertical del lecho al hombre, de manera que ella pretendía
separa al hombre de la mujer, es decir, impedir a sus padres todo contacto
sexual. Antes del establecimiento del ritual, había logrado simulando miedo,
que sus padres durmieran con la puerta abierta, de manera que quedase abierta
durante la noche. De este modo, podía expiar a los mismos y esto le llevó a
contraer un insomnio que le duró varios meses. Y no contenta con exigir que
tuvieran la puerta abierta, mas de una vez se llegó a instalar entre ambos en
el lecho conyugal, de manera que lograba separar la “almohada” de la
“cabecera”. Cuando alcanzó ya una edad en la que no podía acostarse con sus
padres, sin molestarlos, se las ingenió para simular un incoercible miedo con
el fin de que la madre le cediese su sitio junto al padre y fuera a ocupar su
cama de soltera. El acto de sacudir el edredón para formar u montículo, tenía
el sentido del “embarazo”. La paciente, durante años había tenido miedo de que
sus padres tuvieran un hijo y así ella perder su posición privilegiada. Estos
eran los pensamientos que nuestra virginal paciente tenía en su cabeza. Por lo
tanto, hemos podido mostrar la relación de sus ceremoniales con las fantasías
de origen sexual que la paciente tenía. Por lo tanto, la realización del
ceremonial, mostraba y traducía por un lado sus deseos sexuales pero a la vez,
la negación de los mismos, como medio de defensa. Más adelante, se supo que
esta chica sentía por su padre una fuerte atracción erótica que se remontaba a
la niñez y era la causa de su actitud hostil contra su madre. Entonces, el
análisis de los síntomas nos ha introducido en la vida sexual de la enferma,
como hemos podido comprobar. El sentido de un síntoma siempre guarda relación
con la vida íntima del enfermo.
sábado, 12 de octubre de 2013
EL SENTIDO DE LOS SÍNTOMAS ( 2ª parte )
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