La mente, esa compañera y a la vez desconocida, nos
acompaña toda la vida. A veces como aliada pero a veces como enemiga. Cuando en
1900 Sigmund Freud, publica La Interpretación de los Sueños, abre la puerta al
estudio de los procesos psíquicos, mostrando que nuestro aparato psíquico se
divide en dos entidades, la conciencia y el inconsciente. La conciencia es un
mero receptor de los estímulos externos
y también de los estímulos internos. Ante lo exterior, nuestra conciencia puede
huir, separarse pero de los procesos internos, la fuga no es posible. Hay una
voz continua en los sujetos, un diálogo a veces imparable entre nuestro yo y las
representaciones que aparecen en él. Frases, pensamientos, ideas o deseos que
producen un malestar significativo frente al cual, nuestro yo trata vanamente
de separarse o apartarse sin lograrlo de una manera efectiva. ¿Qué supone
enfermar de la mente?¿Quizás enfermar tiene un sentido que no logramos
entender?
Aquí, la respuesta del psicoanálisis es contundente.
La enfermedad tiene un sentido, tiene una lógica inconsciente que debe ser
analizada, interpretada para lograr su comprensión. No es fácil aceptar la idea
de una parte inconsciente en nosotros. Parte de la cual sólo percibimos sus
efectos: los sueños, los lapsus, los errores, los fallidos, las equivocaciones,
las fantasías, los pensamientos. Ante esto, somos meros espectadores. Si no
sabemos cómo funciona nuestra mente, aplicaremos palabras como causalidad,
coincidencia, suerte, mal de ojo a las cosas que nos suceden. Para todo lo que
nos sucede, hasta para el proceso de enfermar, hay una explicación.
Según el Manual de los Trastornos Psiquiátricos, el
concepto de trastorno lo asocia a una pérdida en el individuo de la capacidad
de llevar a caso sus actividades individuales. Pérdida del interés por
actividades que antes le suponían placer y afectación a su capacidad laboral.
Digamos que esto acontece porque la persona antes tenía unas capacidades que
ahora han quedado mermadas. Decimos que su trastorno o enfermedad le resta o le
consume su energía. Y así es de cierto. Desde una depresión, pasando por una
neurosis obsesiva, bien un problema de pareja, un estado de ansiedad o
angustia, secuestran una energía que antes la persona disponía para su vida y
ahora esta energía es para sus síntomas, para su trastorno, para su enfermedad.
Lo cierto y llamativo es que el trastorno mental,
acapara la mayor atención del sujeto durante la mayor parte del día. Digamos
que vive por y para su trastorno. Le ha hechos perder la noción de realidad y
ahora su realidad es la realidad de lo que le pasa. Ha dejado de prestar
atención a su vida y ahora su vida es su enfermedad. Como vemos, es llamativo
este interés que la persona vuelva sobre su trastorno. Hay una conciencia que
mira casi y exclusivamente hacia el interior de uno. No sabemos desde la
conciencia porqué pero sabemos que ahora nuestro interés está centrado en lo
que nos pasa. Aquí surgiría la primera pregunta, ¿de qué ha apartado la persona
su atención para volcarla exclusivamente en lo que le pasa?¿podríamos decir que
algo de lo que no quiere darse cuenta o al menos conscientemente de algo que le
provoca malestar, le hace huir, refugiarse en la enfermedad? Otra pregunta de
suma importancia ¿por qué la persona enferma huye de curarse, siendo capaz de
vivir en su enfermedad de manera permanente? En torno a estas preguntas y otras
más que por cuestiones teórica sin complejas de formular para un fácil
entendimiento, gira la causa del porqué las personas enferman de la mente. ¿Realmente
hablamos de enfermedad o es una solución a un conflicto que no se quiere
abordar? Aunque la enfermedad suponga una anulación de la capacidad de vivir,
hay que añadir que la resistencia que las personas ponen a curarse o a
encontrar una solución tiene más bien que ver con no querer ver o aceptar
cuestiones que no dejan de ser de uno mismo pero que aún siendo propias, se rehúye
de ellas y se rechazan. La enfermedad, siempre hay que pensarla pero como una
huida. ¿Pero de qué? Esta pregunta la dejo abierta para todo aquel que tenga
valor para hacérsela.
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