La drogadicción, la adicción a drogas
donde incluimos el alcohol, la cocaína, el hachis, la heroína o las pastillas,
son consideradas por el psicoanálisis como casos que podemos incluir dentro de
las llamadas neurosis.
Definimos por neurosis un mecanismo
mental que le hace apartarse a la persona de un fragmento de la realidad porque
esta se le hace insoportable.
La persona neurótica vive excluida de esa
parte de la realidad y la sustituye mentalmente por una nueva realidad imaginaria.
En el caso de la droga, esta forma parte de la nueva realidad imaginaria, de la
que hablaremos.
El fracaso de los tratamientos de drogas,
en el sentido de las recaídas y de lo poco efectivas que llegan a ser a veces
las terapias de desintoxicación, es debido a que no se considera que existe un
conflicto de base inconsciente en la personalidad del adicto.
Este tipo de terapias se basan en
desintoxicar a la persona y tratar de fortalecer la voluntad de su yo mediante
técnicas de refuerzo conductuales.
Estas terapias reprimen y tapan el
conflicto inconsciente, de manera que tras un tiempo de efectividad, donde la
persona parece que se ha curado de su adicción y que ya tiene voluntad para
controlarla, vuelve a recaer.
El problema radica en que no se trató el
foco inconsciente pero el error es no tener en cuenta la existencia de una
parte de la mente que se llama inconsciente que es donde se halla el conflicto
sin resolver.
En psicoanálisis sabemos por la
experiencia clínica que después de un
tiempo de reprimir cualquier tipo de conflicto, este vuelve manifestarse en forma de repetición, es
decir, lo que llamamos “ el retorno de los reprimido”. Llevamos 30 años
observando que cuanto mas fuertemente se reprime un conflicto inconsciente, con
tanta mayor violencia está condenado a reaparecer.
Lo observamos en las drogadicciones, en
el trastorno obsesivo compulsivo y en la depresión.
El problema de la neurosis del adicto es
que según recae- las recaídas no dejan
de ser mas una reactivación del conflicto inconsciente sin tratar- , la persona
va sufriendo un daño orgánico por el consumo de la droga, bien sea alcohol,
cocaína, hachís, heroína, tabaco. Ante el daño orgánico el tratamiento
psicoanalítico ya no puede hacer mucho. Lo comparamos a cualquier enfermedad
orgánica que en sus comienzos es mas curable que si se la deja evolucionar,
llegando a cronificarse o matando al enfermo.
Si analizamos
la personalidad del adicto, observamos un egoísmo en el mismo y siempre una
relación cercana a intima a la figura materna. Hay un paralelismo entre la
droga y el sujeto y de la relación madre e hijo. El y la droga son uno, ya que
la droga se incluye en el cuerpo y forma parte del organismo.
El adicto no puede esperar, engañan,
roba, es egoísta y no le importa nada de su alrededor salvo solo conseguir
aquello que calmará su ansiedad. Es igual que un niño pequeño caprichoso que no
puede esperar cada vez que tiene necesidad de alguna cosa. (continuará)
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