“Tenemos casi
cuarenta años los dos, una hija de 13 años. Nos conocemos desde hace veinte
años, ni yo he conocido otra mujer, ni ella otro hombre. Hemos tenido nuestras
discusiones como cualquier pareja pero desde dos años para acá, cada vez son
mayores las discusiones, los reproches. Cualquier tontería o chorrada sirve
para discutir. La niña ya está cansada de las discusiones, dice, que nos
separemos. El caso es que nos queremos mucho pero ni ella ni yo sabemos hablar
ni decirnos las cosas. Y acabamos levantando la voz. Ella dice que yo quiero
llevar siempre la razón pero el caso es que al final ella termina haciendo lo
que le da la gana. Y esto es lo que nos pasa.”
Esta pareja
llegó hace dos meses a terapia de pareja con psicoanálisis. La mujer quiere
salir con otras personas pero esto a él no le gusta porque choca siempre por su
manera de ser. Al final, ella termina saliendo sola con algunas amigas pero al
volver a casa, todo son malas caras y ataques de celos por parte del marido que
dice sentirse abandonado y poco querido por ella. Hay una demanda infantil por
su parte hacia la mujer que representa la figura materna aunque él no lo sabe.
En los años de relación y por la manera que tienen de discutir y decirse las
cosas, se puede ver una inmadurez sexual en ambos que no ha evolucionado con
los años. Lo que ahora tendría que ser una posición social más fuerte en la
pareja, es lo contrario. Son dos adolescentes que no se ponen de acuerdo y
tratan de imponerse continuamente al otro, en lugar de pactar, tener acuerdos.
El hombre refiere que nunca tuvo cariño de su madre, mujer fría y distante que
terminó muriendo de un cáncer. Hecho que a él le afectó mucho durante la
adolescencia. Al mes de morir la madre, comenzó a salir con la que ahora es su
pareja. Dice que algo no llegó a concluir en la relación con su madre, “como
que faltó algo”. Y hay una añoranza que no ha podido elaborar sin que él sepa
que padece los efectos infantiles de un amor no correspondido, es decir, el
amor de su madre. Porque la demanda infantil o el modo de sentirse con su
pareja, no deja de ser llamativo y hasta exagerado. Un hombre de casi cuarenta
años, donde la ausencia por una horas de su mujer le hace “venirse abajo”
muestra esta característica infantil de su personalidad. La idea de verse con
otras personas le produce rechazo ya que no tolera compartir ni el tiempo, ni
el espacio con su mujer, con otras personas. Dice “ es que antes íbamos juntos
a todos los lados y no necesitábamos de nadie”. La mujer, dice que las cosas
cambian pero él insiste que quiere que sea como antes. Próximamente incorporaré
el testimonio de ella para ver, cómo es su comportamiento en la relación con
él. (continuará)
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