La mente del miedo, la mente de los sentimientos, la mente de la muerte, del sexo, de la depresión, de la inteligencia emocional, del amor, la mente de los celos.
Vida y muerte, reunida en un solo cuerpo. La mente puede todo, desde lo sublime a los mas bajo y escabroso, desde el amor y el sexo, a la guerra. Pero ¿por qué existen contradicciones tan marcadas?¿Por qué alguien que ama, luego odia, mata? ¿por qué alguien que vive luego cae derrotado y no se levanta? ¿Por qué hoy amo la vida y mañana amo la muerte?
Hay una zona oscura en la mente para el ser humano donde la que la inteligencia se desvanece y la luz se apaga. Donde nuestro yo comienza apartarse de la realidad y una espesa niebla melancólica lo atrapa, lo tortura, lo anula y lo mata.
¿De qué zona oscura estamos hablando? ¿Es un viaje sin salida? Depende hasta donde lleguemos, hasta donde nos adentremos, hasta donde la fuerza destructiva de la mente nos lleve y no nos deje ya movernos. De la vida a la muerte es un instante, es un “click” donde todo se apaga. Hasta el punto que es más fácil morir que vivir. La muerte es un breve devenir, la vida un trabajo. La muerte llega, la vida es el pulso que todos los días echamos a la muerte. Certeza segura: todos tenemos la garantía de morir pero no tenemos ni la certeza, ni la garantía de vivir. ¿Cuánto? Unos, quince, treinta y ocho, noventa, cien? No sabemos el tiempo de vida que nos queda pero si sabemos que la muerte es certera. Tenemos fecha de caducidad, todos estamos en la lista y día a día subimos posiciones hasta que un dia, somos tachados, quedamos fuera de ella. Y en la lista, estamos todos. Ricos, pobres, poderosos, estafadores, presidentes, creadores. La lista es igual para todos. No hay escapatoria. Es la zona oscura la que nos puede desviar de la vida. Freud, en su libro “Los instintos y sus destinos” y en el “Más allá del principio del placer”, nos dice que somos materia, que su estado es evolucionar hacia un desarrollo, una reproducción y un ocaso. El retorno a lo inanimado. La vida sueña con morir, con su descanso. Poderosas fuerzas se oponen a la muerte, la llamamos la pulsión de vida, que hace que ese algo en nosotros, siga vivo, esperanzado, ilusionado. La muerte tiene una fuerza aliada: la pulsión de muerte, la tendencia a retornar a lo inanimado, lo sin vida. Pero si de algo estamos seguros es que la pulsión de muerte, la zona oscura siempre gana. El pulso entre la pulsión de pulsión de vida y la pulsión de muerte, nos hace mantenernos vivos. La pulsión de muerte, está en equilibrio con la pulsión de vida. Un desequilibrio en cualquiera de las dos, inclina la balanza a la muerte. Comer es sano, pero comer demás mata. Amar es sano pero amar demás asfixia. La velocidad correcta es sano, la velocidad excesiva mata. Pulsiones donde nuestro yo tiene que lidiar para que el equilibrio perdure. Y si el “yo” se abandona, se deja llevar por las pulsiones, los instintos, la falta de límites? Es cuando el yo, entra en la zona oscura, lugar donde todo comienza a ser pulsión de muerte, donde el “yo” pierde, donde el yo acaba. Es el desequilibrio entre ambas pulsiones lo que hace que entremos en la zona oscura. El depresivo lo sabe, el suicida también, el loco corredor sin limites en la carretera, como el obseso que no puede parar de ingerir… todos saben sin saber que saben pero saben. El abandono, la falta de resistencia es entregar nuestro yo a la pulsión de muerte, verdadera reina de la zona oscura….
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